de Michèle Schäfer Wynne, el Domingo, 29 de abril de 2012 a la(s) 16:41 ·
Vería niños y adolescentes entretenidos en su tarea, sintiendo que están haciendo algo con un objetivo claro; vería alumnos curiosos y estudiosos conscientes de que necesitan el saber para el hacer; vería alumnos que juegan y ríen porque se saben contenidos; alumnos que expresan una opinión formada y respaldada por su aprendizaje, porque se les permite aprender con mirada crítica...
Entraría a una escuela con más talleres que aulas, una escuela con movimiento, con música en el aire; una escuela que le da importancia al cuerpo, al corazón y a la mente, y no sólo al conocimiento externo; una escuela que también enseñe el conocimiento de uno mismo, una escuela que permita a cada niño y a cada adolescente explayar sus dones o habilidades equivocándose, transitando su proceso de aprendizaje sin miedos...
Vería alumnos y docentes que aprenden a trabajar en equipo... que aprenden permanentemente... que se miran a los ojos...
Entraría a una escuela sin timbres, sin filas, cuya jornada empieza con ejercicio físico, con cantos, con arte para luego concentrarse en el conocimiento sin bloqueos y con mayor concentración; donde los docentes a través de una currícula flexible logren transmitir la interrelación de las materias plasmadas en acción atravesadas por ejes temáticos significativos y formativos...
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